Para los que viven perdidos en la línea de tiempo, los chinos se implantaron en el Perú a partir del año 1849 para trabajar como esclavos. Muchos de estos “chinitos” lograron liberarse de la explotación y decidían entrometerse en el núcleo urbano: Lima.
Que otra magnífica idea, que establecer pequeños negocios de comida; más conocidos como las “Fondas chinas”, orientadas principalmente hacia los sectores populares. Gracias a estos innovadores negocios, los chinos fueron involucrándose más con la sociedad y, sobre todo, “chapando” nuestras costumbres. A medida que progresaban, importaban de China los productos necesarios y sembraron sus verduras para que nada les faltara.
El primer chifa fue inaugurado en el año 1921 (Kuong Tong), ubicado en la Capón o más conocida como el “El Barrio chino”. Las clases más “nice” de Lima se quedaron boquiabiertos con la salsita agridulce, el arroz chaufa, las sopas, entre otras preparaciones. A partir de esto, el ama, y señora de la casa, añadió a sus comidas el kión, el sillao, la cebollita china y otros tantos ingredientes.
Es así como se volvieron hinchas fieles del Chifa, tanto así que hoy en día, en Lima, existen más “huecos” chiferos que restaurantes de comida criolla, es por esto que la mayoría recurre al chifa del chinito de la esquina, que a comerse un plato criollo de carretilla. Muchas personas afirman que el chifa es de lo más diferente a la neta comida china. Como de costumbre, esto se debe a que el “cholo” siempre se las ingenia y con su creatividad, lo ha sabido fusionar con nuestras sazones peruanas y ese toquecito de sabor que tanto nos caracteriza.
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